El fin de semana en que murió Carlos Monsiváis, el calderonismo-navismo y Enrique Peña Nieto intercambiaron formales y al parecer irreversibles mensajes de agresión. ¿Cuánta zozobra costará la nueva euforia belicista? ¿Cuántos acuerdos frustrados, proyectos abortados? Y en esta intemperie, ¿cuántos muertos?
La democracia sucia que Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador acaudillaron ejemplarmente entre 2004 y 2006 ha regresado. El presidente Calderón se sirvió el sábado de su heraldo César Nava para anunciar que denunciarán y vencerán a los “señores feudales nostálgicos del poder perdido”. Nava los llamó además virreyes.
Ayer en Hidalgo, Peña Nieto, líder político de la mayoría de “señores feudales”, acusó recibo. Calificó el mensaje como la advertencia de una guerra sucia y respondió que están preparados para defender los tres triunfos cantados: 4 de julio, 2011, 2012.
En nombre del PRI y Peña Nieto, los “virreyes” atrancan puertas y refuerzan murallas en espera de las catapultas de Los Pinos. En nombre de Peña Nieto justificarán sin culpas que cualquier adefesio (por ejemplo, ponerle un sobreprecio a un pedido de patrullas para ganar una gubernatura) es moralmente aceptable.
Y también en nombre de Peña Nieto, el gobierno y el PAN parece que no tendrán reparo en tensar más la sobrecargada convivencia política.
Lo vivimos hace un lustro. Comienza con una guerra de palabras y maniobras cuyo desenlace todos piensan tener bajo control. Es la democracia sucia que nada tiene que ver con la primavera democrática, sino con el grasiento choque de intransigencias que perfila llenar de inmundicia al país político, al menos de aquí a dos años.
En el nombre de Peña Nieto… no aprendemos un carajo.
gomezleyva@milenio.com
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