Por Román Revueltas Retes
Milenio.com
El Coneval es un órgano del supremo gobierno. Y, mira tú, ha publicado cifras que consignan un crecimiento de la pobreza en este país. O sea, datos duros que cuestionan la eficacia de las políticas sociales de los colaboradores directos de Calderón. Sin embargo, algunos lectores, advirtiendo la noticia en este periódico, denuncian que “el gobierno manipula las cifras” y que nosotros, los escribidores de Milenio Diario, le hacemos segunda voz.
No entiendo, con perdón. Es cierto que los señores ministros se resisten a admitir la realidad de las cosas. Pretextan esto o lo otro —la crisis financiera mundial, el calentamiento global, la herencia que nos ha dejado el antiguo régimen priista, el pobre desempeño económico del Estados Unidos (de América) o cualquier otra posible adversidad externa, la que sea— para enmascarar su fracaso.
Están en su papel, desde luego. Su negocio es justificar sus cumplimientos, reales o ficticios. Pero ahí tenemos, justamente, al tal Coneval para ponerlos en su lugar. Si no somos capaces de ver esto y de reconocer que México dista mucho de ser un país sojuzgado por un régimen opresor y totalmente mentiroso, entonces estamos socavando arteramente la integridad de una sistema en el que —luego de decenios enteros, ahí sí, de autoritarismo puro y duro— se han podido instituir, muy trabajosamente, organismos del Estado autónomos e independientes del poder político.
No es poca cosa, señoras y señores, que existan, aquí y ahora, el Banco de México, el Inegi, el citado Coneval y, a pesar de todo, el IFE, para equilibrar la balanza y restarle atribuciones a los políticos de turno. Esto no pasa en la Argentina —donde la señora Fernández y su marido, ahora finado, metían la mano para que las cifras del crecimiento y la inflación correspondieran a sus deseos—, y no ocurre tampoco en Ecuador ni en Venezuela.
Tenemos muchas asignaturas pendientes —la pobreza y la justicia, entre otras urgentísimas— pero descalificar todo, por principio, es una perrada que no merecemos los mexicanos. Pues eso.
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