Por Pepe Flores
Este fin de semana asistí al cine a ver la película de corte comedia romántica titulada ¿Qué culpa tiene el niño? Una película que a mi juicio no tiene más allá que el propósito de entretener y vender; si acaso un mensaje al final de la misma, de lo rescatable. Sin embargo, el planteamiento de la trama da un sinfín de significantes y significados para estudiar o analizar; evidentemente si es percibido por el espectador. La película por si misma llega a ser un mosaico de la sociedad en la que vivimos; la prueba de ello es la sátira y el ridiculizar muchas de las acciones comunes de los actores reales de nuestra actualidad; con sonoras carcajadas de ‘aprobación’ del espectador.
En la película se observa esa necesidad del ser humano por etiquetar y clasificar todo aquello que está a su alcance; y en su caso, llegar a estigmatizarlo, de la misma forma. De las actitudes o prácticas que observe – ¿por qué le presté atención? Tendré que meditarlo – es la aceptación trivializada del doble moralismo de los personajes, esa fina y delgada línea en que deja de ser criticable y se convierte como algo “normal” en nuestra sociedad. El ejemplo más claro es cuando el padre de Maru; la protagonista, se entera que esta, está embarazada y hace lo posible porque esta situación no afecte su campaña electoral; entretanto, mantiene una relación extramarital. Después de analizarlo, creía que esta columna no hablaría del doble, sino del triple o cuádruple moralismo. Nuevamente la pregunta recurrente – como en otras situaciones – es: ¿Por qué prestarle atención?
Desde hace tiempo; rodeado de diversas situaciones, observe temprano que el doble moralismo en este país es una práctica común, aplica en muchos ámbitos; sin embargo, se encasilla en las relaciones interpersonales. La doble moral se da en las personas y en las instituciones; quizás el que – a mi juicio – hayamos llegado a una aceptación inconsciente de esto, se proyecte en muchas de nuestras organizaciones sociales; sean políticas, religiosas o de grupos diversos. Por principio, viola o violenta el derecho a la igualdad, a ser tratado de forma equitativa, hablando de las instituciones y los grupos sociales.
En la individualidad, la práctica promueve antivalores sociales, el uso de los rápidos juicios – condenatorios; no de valor –, la aplicación selectiva de normas, entre otras manifestaciones negativas. Creo que la praxis del doble moralismo ha provocado que la nuestra sociedad, haya alcanzado un grado de cinismo con el ejercicio de derechos y la vigilancia de normas, y ciertas “buenas” costumbres.
¿Cómo podemos exigir a los demás; en especial a la niñez, que haga lo que nosotros no hacemos? Siendo un sujeto que cree fervientemente en que podemos alcanzar la mejora como colectividad; acuso a una introspección, a la conciencia colectiva. Con ello rescatar los valores y tener una sociedad más igualitaria y ¿Por qué no? Más humana.
Columna desarrollada en el taller La columna: entre el periodismo y la literatura Vol.2 del
Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA)
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